Cada vez que un año termina comenzamos a proponernos nuevos proyectos y metas para cumplir durante el año que comienza; pero no olvidamos plantearnos el reto de dejar ir nuestros sentimientos negativos que, en última instancia, son los que, muchas veces, nos acompañan e impulsan hacia la creación de nuestra vida, evitando que podamos apreciar lo que tenemos y lograr lo que verdaderamente deseamos.

Llevamos con nosotros un gran cúmulo de sentimientos negativos acumulados, actitudes y creencias. Esa presión acumulada nos hace miserables y es la base de muchas de nuestras enfermedades y problemas.

Dejar ir los sentimientos negativos es el gran reto de este año que comienza.

El gran reto comienza hoy, pero durará toda la vida. Aprender a liberar los sentimientos negativos consiste en una toma de conciencia de cada día, de cada momento, acerca de lo que sentimos y pensamos; significa ser sinceros con nosotros mismos.

Nos hemos vuelto temerosos de nuestros sentimientos internos, porque tienen tanta cantidad de negatividad, que tememos quedar desbordados si realizamos una observación más profunda.

Sin embargo, es la presión acumulada de los sentimientos la que provoca los pensamientos, y si estos son dolorosos, también nuestros pensamientos atraerán dolor a nuestra vida.

Nuestros pensamientos interpretan lo que sentimos y le dan el matiz de dolor o felicidad que llevamos dentro cada día.

Cuando nos abruma un sentimiento generalmente tendemos a manejarlo de formas diferentes, una puede ser, reprimiéndolo o impidiendo que salga, lo que nos genera una gran presión que se expresa en forma de irritabilidad, cambios de humor, y tensión en los músculos del cuello y la espalda.

Reprimir nuestros sentimientos afecta nuestro cuerpo y nuestra manera de relacionarnos con el mundo lo que nos impide mantenernos saludables.

Reprimir nuestros sentimientos nos lleva, en la mayoría de los casos, a utilizar mecanismos como la negación y la proyección.

La negación deriva en emociones importantes y bloqueos para la maduración. Es acompañado generalmente por el mecanismo de la proyección. A causa de la culpa y el miedo, reprimimos el impulso o los sentimientos, y nos negamos a su presencia en nosotros.

En lugar de sentirlos, los proyectamos sobre el mundo y los que nos rodean. Experimentamos las sensaciones como si vinieran de afuera. “Ellos” se convierten entonces en el enemigo, y la mente busca y encuentra justificación para reforzar la proyección.

Cuando nos negamos a aceptar nuestros sentimientos y los proyectamos afuera, alimentamos nuestra sombra, la que siempre encuentra la excusa perfecta para no indagar dentro de nosotros y encontrar la respuesta a nuestra incomodidad.

Asumir la responsabilidad de nuestros propios sentimientos y neutralizarlos, cuando sea necesario, es lo que nos permite conectar con nuestro poder y con sentimientos positivos que nutran nuestra vida y nuestras relaciones.

Alech