¿Trabajando o disfrutando?

Julio 2021

Desde niña había pensado que el trabajo era sinónimo de esfuerzo y sacrificio. En mi familia el trabajo fue fuente de insatisfacción y lucha, recuerdo siempre una frase de mi madre que decía “la vida no es como tú crees, la vida es dura y hay que trabajar mucho”. Y aunque en ese momento, no entendía el poder de la frase, mantuve esta creencia inconsciente toda mi vida.

Estando en el proceso de encontrarme a mí misma o en la búsqueda de mi héroe interior, como decidí llamarle, más allá de “crisis de la mediana edad” hice consciente este mandato lapidario.

Primeramente, pude entender el grado de insatisfacción con el que naturalmente mi madre tuvo que vivir, al considerar el trabajo como una lucha, como ella solía decir, estaba también en modo supervivencia, y así vivió gran parte de su vida.

Desde mi proceso, comprendí el por qué mi “trabajo-hobby” de acompañante no era productivo en ese momento. Al considerarlo un disfrute y un descubrimiento de mí misma a través del otro, éste dejo de ser trabajo. Por lo tanto, se cumple la profecía, si no hay lucha y sacrificio no es trabajo y si no es trabajo no es productivo.

La fórmula era el siguiente:

Trabajo = lucha – esfuerzo – sacrificio = productividad (supervivencia) ¿Qué tal?…

 La fórmula de mis sesiones era la siguiente:

Sesión = disfrute – satisfacción – crecimiento = improductividad (pobreza)

Visto esto, comprendí tanto mi insatisfacción como la razón por la cual mis acompañamientos no podía ser productivos, desde mi limitada perspectiva, claro está. Yo estoy convencida que no hay manera de cambiar algo que no ves, por eso, en cuanto pude descifrar la fórmula que estaba en mi cabeza pude comenzar a buscar una idea mas saludable que la remplazara. Ya que tampoco es posible desechar una idea sin tener otra que la remplace.

Comencé creando mi propia fórmula:

Trabajo = disfrute – crecimiento – cooperación = Productividad y Satisfacción

En el momento que cambien mi fórmula, descubrí que mi “trabajo” ya era productivo per se, implicaba un crecimiento para mí y las personas que me contactaban, y además un intercambio de aprendizajes que derivaban de cada una de las situaciones que se me planteaban en donde la cooperación estaba implícita. Esta fórmula no solo daba como resultado productividad si no también mucha satisfacción. Entonces comprendí que este era mi “trabajo real”.

Curiosamente, pude también comprender que mi “trabajo real”, también implicaba esfuerzo y sacrificio, al igual que un gran compromiso conmigo misma y las personas que consecuentemente asistían a mis sesiones para vislumbrar un nuevo camino.

Por lo tanto, mi madre no estaba tan equivocada en este planteamiento. Sin embargo, había un componente en su fórmula que faltaba, el disfrute y tal vez amor. Y también creo que la fórmula de mi madre tenía un componente “no necesario” la lucha que desde mi perspectiva implica resistencia.

Durante todo este descubrimiento, fui poniendo en orden mi vida desde una perspectiva más saludable, mi “trabajo real” se convirtió en productivo y cada vez más satisfactorio, tanto, que lo podía seguir haciendo aun cuando no me pagaran.

Adicionalmente comprendí el valor de mi tiempo y cada una de las formaciones que había realizado a lo largo de estos últimos 12 años, los cuales no solo me ayudaron a sobrevivir, si no que me enseñaron a “vivir”. A entender que la vida la creamos nosotros, que solo tenemos que reconocer lo que nos limita.

Nuestras creencias tuvieron un sentido en un contexto determinado, en el caso de mi madre, huérfana con 13 años y la responsabilidad de cuidar y mantener a una familia de 3 personas y luego la propia, fue la cara del trabajo que conoció. La trascendencia está en saber cuándo esa creencia es útil en mi vida y cuestionarla, la mayoría de las veces están tan incorporadas a nuestro inconsciente que no podemos reconocerlas tan fácilmente.

Al momento en que una creencia me impide vivir como quiero, hay que buscar una nueva que se adapte a mi presente. Además, no siempre son creencias introyectadas por nuestros padres, muchas veces son interpretaciones de nuestras experiencias que nada tienen que ver con la realidad.

Por ejemplo, entre mis creencias con relación al trabajo estaba que “si trabajas fuera de casa no puedes encargarte de la familia” y está solo venia de mi interpretación del hecho de que mi madre trabajaba muy duro 7 días a la semana y no podía estar más tiempo con nosotros. Lógicamente si además le agregas la fórmula de la lucha y el sacrificio imagínense todo lo que yo asocie con trabajo.

La buena noticia es que un trabajo de reflexión y análisis te permite no solo ver si no entender, lo que realmente te hace sanar y perdonar. Perdonarte a ti, por martirizarte con ideas que no son del todo ciertas. Y en mi caso, perdonar a mi madre por no haber podido darme lo que yo esperaba, y entender todo lo que tuvo que pasar para yo pudiese tener una vida mejor. Ahora, con mucho esfuerzo y sacrificio, pero sin lucha, disfrutando enormemente cada desafío que promete el hacer lo que amas. Y adicionalmente siendo “muy productiva”.

Feliz semana