Durante la llamada…
Al iniciar el proceso nos damos cuenta de que nuestra vida la hemos construido nosotros mismos paso a paso más, sin embargo, no es como esperábamos. En ese momento, tenemos dos opciones en primer lugar, admitir que, a lo largo de la vida tomamos decisiones equivocadas que en su momento parecieron acertadas, y responsabilizarnos de sus consecuencias para empezar a cambiarlas.
O, como suele suceder al principio, comenzar a buscar la causa de nuestra insatisfacción afuera, entonces pensamos que tal vez la casa es muy grande o que necesita de algunos cambios. Que ya el jefe está demasiado insoportable y por eso estas harto/a. Que los socios son unos incompetentes y ya el estrés te está afectando demasiado. O que la pareja no es la misma de antes, los hijos te absorben demasiado y un mar de etcéteras, que siempre están fuera de nosotros.
Si tomáramos conciencia de que ese jefe lo tenemos desde hace 25 años, que vivimos en esa casa 15 años y que nos casamos hace 30, nos daríamos cuenta de que hemos cambiado nosotros y que ahora necesitamos ver las cosas desde otra perspectiva. Esto, nos evitaría el retraso de intentar cambiar a nuestro jefe, madre, pareja, casa, socios, los hijos, lo que puede durar años antes de que comprendamos que cambiar a otros no es la solución.
Si, por el contrario, nos enfocáramos en mirar qué está pasando dentro de nosotros, hemos olvidado escucharnos y nos hemos sumergido en nuestras rutinas “nuestro mundo ordinario”, descubriríamos que hemos pasado por alto cosas que eran importantes, y que ya no podemos seguir siendo los mismos que construyeron esa vida.
Siguiendo con la analogía del viaje del héroe, mientras hacemos caso omiso de nuestra voz interna y de lo que en realidad está sucediendo, y retrasamos la decisión del cambio que necesitamos “nuestro mundo ordinario “se viene abajo, generalmente precedido por un evento inesperado que propicia el quiebre. Llámese enfermedad, ruptura amorosa, conflicto económico grave, perdida del trabajo o de un ser querido, en donde ya no hay vuelta atrás. Es entonces donde la vida toma la decisión, y aunque no sepamos cómo, tenemos que seguir adelante.
A pesar de esto, todavía a estas alturas podemos seguir negándonos a mirar dentro, pensar que la mala suerte nos persigue y que todo lo que sucede es a causa del jefe, la pareja, la situación política, el país, la situación económica, los hijos, en fin, de cualquiera menos por mí. Y defendiendo mi teoría de la “responsabilidad libre de culpa” mientras no podamos ver nuestra responsabilidad en lo que nos está sucediendo, quedamos atrapados en un sinfín juicios que no nos permiten apreciar el aprendizaje y la oportunidad que la situación nos ofrece.
Pero, si de lo contrario, llegamos a admitir nuestra responsabilidad podemos buscar nuevos caminos que nos lleven un nivel más adelante en la vida. En este punto, es importante echar mano a todo recurso que esté a nuestro alcance, y buscar herramientas que nos permitan entender lo que nos sucede y nos ayuden a superarlo. Enfocarnos en el cómo y no en el porqué.
Otro recurso importante es, buscar ayuda y acompañamiento de quienes han andado este camino lo que implica un acto de valentía y coraje que requiere que mostremos nuestra vulnerabilidad y conocernos como realmente somos.
Si bien este es un camino muy personal, es necesario el apoyo de otros que puedan aportar una visión más objetiva, de quienes somos, e identificar nuestra respuesta habitual ante las situaciones de conflicto, para encontrar nuevas estrategias de afrontamiento que nos mostrarán nuevas soluciones.
En conclusión, es muy importante que en esta etapa tomemos conciencia de la “responsabilidad libre de culpa” que tenemos en la situación que estamos pasando, y por otro lado es imprescindible que seamos honestos con nosotros mismos y nos veamos cómo somos en realidad, y que entendamos que no podemos cambiar lo que no podemos ver.
No puedo negar lo difícil que ha sido para mí reconocer la magnitud de mi propia desconexión, sin embargo, cuando comencé a entender que estaba actuando en contra de mis propias necesidades, y que estaba haciendo cosas que en realidad no quería hacer. Fue el momento en el que pude hacer consiente las creencias que sustentaban todo lo que me estaba sucediendo y que era la “culpa” lo que me impulsaba a la acción.
Fue el momento en el que pude cuestionarme y responsabilizarme “sin culpa”. Y entendí que tengo derecho a decir “no”, a priorizar mis necesidades y a cometer errores mientras me haga responsable de ellos. A cambiar de idea, de opinión y de forma de actuar cada vez que lo considere necesario, hacer menos de lo que humanamente soy capaz de hacer, para no llevarme al límite como generalmente lo hacía. Y finalmente, no tener que justificar ninguna de mis decisiones ante los demás si no quiero hacerlo.
Esto y mucho más te proporciona el autoconocimiento y el descubrimiento de tus libertades más allá de los condicionamientos impuestos por nuestras propias creencias, en su mayoría irracionales y limitantes, con relación a nosotros mismos. El aprendizaje asertivo es, en definitiva, una de las herramientas más poderosas para superar esta etapa del viaje.