Cumpleaños feliz

Junio 2021

Desde muy joven le he dado mucha importancia a los cumpleaños, siempre me ha parecido que son días de celebración, de logros, de vida. Cuando era niña, esperaba siempre el quesillo de la abuela y el ponqué del día, eso me hacía mucha ilusión.

Cuando tuve a mi primera hija, reviví todo eso como si volviera de nuevo a ser una niña. La ilusión de celebrar su primer añito, con sus primos y abuelo fue un comienzo para, hasta ahora, treinta años de celebraciones, y así con cada uno de mis hijos.

Cada vez que uno de mis hijos cumple años. Recreo el día que los vi por primera vez, la alegría y ternura que supuso tenerlos en mis brazos y el orgullo que he sentido cada día desde entonces.

Durante muchos años, prepare celebraciones en el cole con sus compañeros, en la piscina con sus amigos y en la casa con los abuelos, tíos y primos. Cada año buscaba nuevas ideas para celebrarlos. La verdad, es que nunca me detuve a pensar si en realidad era una necesidad de ellos o mía. Tal vez fui yo quien necesitó más celebraciones durante mi infancia y cubrí mi propia necesidad a través de ellos.

En esta tónica, de que los padres les damos a los hijos lo que nosotros necesitamos, he reflexionado mucho en lo siguiente: es verdad que repetimos patrones de conducta con nuestros hijos, que nos fueron introyectados por nuestros padres y que cubrimos nuestras necesidades a través de ellos. Ponemos nuestras expectativas sobre ellos e inconscientemente los impulsamos a cumplir “nuestros” sueños.

Sin embargo, estoy convencida de que no siempre es una limitación para ellos. También es posible que. A través de nuestras necesidades de niños logremos desarrollar conductas y rituales saludables que potencien a nuestros hijos y que los conecten con la alegría de vivir.

En el caso de los cumpleaños, y después de treinta años. He visto que cada uno de ellos, en su vida, esperan ese día para festejar. Ellos mismos se hacen cargo de programar encuentros con sus amigos, parejas, afectos y celebran sus vidas. Ese ritual de cumpleaños que en un principio comenzó siendo una celebración para mí. Acabo siendo también una celebración de vida de ellos.

Con esto quiero decir, que si bien como padres somos responsables de lo que transmitimos a nuestros hijos. No todo tiene que ser tóxico, y que aun siéndolo, podemos transformarlo en una celebración de vida, No siempre nuestras carencias tienen que proyectar carencia en nuestros hijos.

Nuestras heridas están allí solo para ser transformadas en celebraciones. Cada una de ellas nos han hecho quienes somos y nos han dado la oportunidad de ver el otro lado de la moneda, solo para decidir lo que queremos hacer con ellas.

Cuando proyectamos nuestras necesidades a través de la culpa y el sufrimiento estamos creando precisamente esto, amargura y sufrimiento, en nosotros y los demás. A través de esta idea descubrí que una vez que mis hijos se emanciparon y ya no me fue posible estar con ellos el día de sus respectivos cumpleaños, seguía celebrando cada uno de sus cumples a pesar de la distancia.

En este sentido, me percaté, de que había olvidado celebrar el mío. La celebración del día de mi cumpleaños había quedado en mi niñez, y desde allí, seguía celebrando. Mas, la mujer, no celebraba su vida. Esta es la proyección que tenemos que trascender, entender que la niña quedó atrás y permitir que nuestro adulto tome el control.

Cuando nuestro adulto toma el liderazgo y se centra en el presente, el niño, sana, se siente seguro, atendido. El escritor Graham Greene dijo “siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”, y este es el futuro.

Desde ahora me permito celebrar la vida, no solo la de mis hijos, sino también la mía, porque sin mis carencias no hubiera podido valorar en quien me he convertido y conmemorar cada año como un regalo. Un regalo que el amor por mis hijos me ha sabido mostrar.

Feliz cumpleaños