
El equilibrio perfecto
La búsqueda de la perfección, desde mi experiencia, ha sido un ideal que te lleva a destruir tu propia valía, primero porque no existe y segundo porque es cambiante. Lo que una vez era perfecto para ti, ya no lo es. Lo que una vez fueron expectativas de una vida perfecta ya no lo son. Y así, puedo contar un sinfín de situaciones que validan que la perfección es subjetiva.
Entonces, que es lo que realmente busco cuando aspiro a la perfección? Esa es la respuesta con la que casi siempre se resuelve el enigma. Y cuando la respondemos honestamente, nos damos cuenta de nuestra verdadera necesidad, que en la mayoría de los casos, no tiene nada que ver con la perfección.
Por otro lado me pregunto, el hecho de no encontrar esa perfección que anhelamos en un momento de nuestra vida significa que hemos fracasado? Que somos unos inestables o inconformes cuando lo conseguimos y no nos hace felices? Otra buena pregunta que atenta contra la valía, ya que hace un juicio directo sobre tu persona y no sobre el objetivo de perfección.
Un día, comencé a observar las cosas, que desde mi punto de vista, eran perfectas siempre no transitorias, para mi sorpresa, no tenían nada que ver con lo que había estado buscando y además las tenía todas.
Primeramente recordé la perfección de mis hijos el día de su nacimiento, cuando los vi por primera vez y me sorprendí de la perfección de la naturaleza en cada espacio de su cuerpo. Y que después de convertirse en hombres y mujeres, siguen siéndolo, tal y como son. Cada uno con sus rasgos y diferencias, tan perfectos como la vida. Por lo tanto esa fue la primera revelación de perfección que ya había alcanzado y no lo sabía.
Pero además este sentimiento no solo se traspola a los hijos, me pasaba con la mascota, con mi madre, con mis seres queridos, ya que ante la idea de tener otra hermana, que no me reganara cada vez que la llamaba porque no la había llamado en dos días, me parecía una locura. El amor que sentía por ellos bastaba para que fueran perfectos.
Por otro lado, ante la experiencia de la enfermedad, mi salud y la de mis seres queridos constituían la magia de la perfección. El instrumento a través del cual podía disfrutar la experiencia de estar viva. Por lo tanto, la segunda revelación de que había alcanzado la perfección y no lo había podido apreciar. Ante la perfección de estar sana, la idea de tener arrugas solo se veía como un regalo, entonces podía concluir que la vida en sí, es perfecta y que esa es la perfección real.
Luego de estas revelaciones vinieron más, y todas y cada una me mostraban lo equivocada que estaba. A partir de estas reflexiones comencé a preguntarme qué era lo que realmente estaba buscando a través de la auto exigencia y la autocrítica para encontrar la “supuesta perfección”. La conclusión a la que llegué fue, “darme valor”, pero irónicamente estaba haciendo lo contrario.
A través de la búsqueda de esa supuesta perfección solo había logrado mermar mi autoestima, ya que suponía esfuerzos astronómicos, dando “lo mejor de mí” pero para otros; siempre que no cumplía las expectativas de quien debería ser, terminaba sintiéndome “imperfecta”. Impresionante, viéndolo en perspectiva, era realmente despiadada conmigo misma.
Ahora puedo ver la perfección de lo imperfecto. La verdadera perfección, el equilibrio perfecto. Porque cuando me puse a observar lo que hacía, me di cuenta que ni siquiera las estrategias que utilizaba inconscientemente para auto flagelarme eran del todo imperfectas ya que la auto crítica y la auto exigencia tienen sus dos caras.
La auto crítica sana te hace crecer, te permite cambiar y generar conductas más eficientes y conseguir metas y objetivos que antes creías no ser capaz de alcanzar. Sin embargo, cuando es mal sana merma nuestra autoestima y genera sentimientos de inferioridad.
La auto exigencia sin límites, puede llevar a plantearnos metas y criterios desproporcionados e inalcanzables que afectan la percepción de nuestras capacidades y la desvalorización nuestros logros. Es importante plantearse estándares elevados en muchos contextos, especialmente en el profesional, sin embargo, la falta de límites te impide disfrutar del proceso que conlleva la experiencia de crecer y ser mejores.
Después de todo comprendí que, el equilibrio perfecto se logra a través de la imperfección, de equivocarme como todos los mortales, tener momentos buenos y malos, esperar cosas y luego descubrir que no era lo que quería, tener flojera y no querer levantarme por la mañana, estar cansada y no querer preparar la cena, estar triste y no querer hablar con nadie. Todo esto siendo, perfectamente imperfecta.
Alech