Todos tenemos metas, queremos ser mejores y más efectivos en lo que hacemos y para ello debemos convertirnos en la persona que cumplirá esas metas; esto no es posible sin hacer los cambios necesarios que nos permitan el desarrollo de las habilidades y capacidades que nos acompañen en el camino del logro.

Cuando hablamos de habilidades, en la mayoría de los casos pensamos en “estudiar” y si, pero esto no es suficiente, el desarrollo de las habilidades no solo debe estar acompañada de conocimiento sino que también debe estar en congruencia con lo que “creemos” más allá de lo que “queremos”.

Henry Ford decía que “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”. Y es la verdad, somos lo que pensamos que somos, pero no podemos crear algo nuevo si no existe detrás la creencia de que podemos hacerlo. Por lo tanto, para crear una mejor versión de nosotros necesitamos creer que podemos y luego buscar las herramientas para hacerlo, es decir, el cómo.

En el proceso de adquirir ese conocimiento es preciso instaurar cambios en nuestros paradigmas que nos motiven a desarrollar esas habilidades. La primera forma de comprender el poder de un paradigma es definirlo como un patrón que se asumen como verdadero o falso, que puede ser compartido colectivamente y que se utiliza de manera habitual pasando a ser, en muchos casos, incuestionable.

Nuestros paradigmas están tan arraigados, que en la mayoría de los casos prácticamente tienen vida propia. Cuando comenzamos hacerlos conscientes y a evaluar los resultados que se generan de las acciones que promueven, damos el primer paso hacia el cambio.

Estas acciones se convierten en hábitos que determinan nuestros resultados y muchas veces actuamos de forma inconsciente impidiendo el cambio que es necesario para alcanzar nuevas metas y objetivos, ya que, no podemos cambiar lo que no vemos.

Estudios demuestran que el 45% de lo que hacemos a diario son hábitos; por lo tanto, podemos concluir con el aforismo de Charles Reade que dice «Siembra una acción y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino».

Si quieres convertirte en la persona que lograra esas metas que te has propuesto debes creer que es posible, instaurar hábitos y procesos que te acerquen a ellas y fortalecer tu carácter y determinación que en definitiva serán los que te acompañen a construir tu destino.